PRÁCTICAS del LENGUAJE. Primera Propuesta

¡¡Hola a Todes!! Tiempos de #coronavirus, tiempos de #quedateencasa… ¡Buen momento para leer y escribir! Acá el profe Nelson compartiéndoles algunas propuestas para aprovechar estos días de aislamiento. ¡Ojalá les interesen!

Empecemos con la lectura

Casi siempre partimos de nuestra experiencia para pensar las cosas y la lectura es tan obvia, tan común ,que no nos detenemos en ella sino cuando nos enfrentamos a un profesor que nos pide leer o cuando alguien nos lee algo en voz alta para que nos informemos y nos damos cuenta que lee “bien” o “rápido”, o lo contrario, “muy lento y aburre”. 

Hay también una serie de opiniones acerca de la lectura: se dice que es muy útil, que es necesaria para aprender cualquier cosa, que ejercita la inteligencia, que leer no es comprender (¿eh?). Bueno,  en general, esas opiniones las recibimos de los mayores, nos las dicen en la escuela. Pero hay mucho más… así que detenernos un momento a pensar en la lectura resulta muy útil para entender qué hacemos cuando leemos y cómo podemos darle sentido a eso.

Les dejo, para comenzar, dos fragmentos de libros que me gustaron mucho. Son muy distintos entre sí pero los dos reflexionan acerca de cómo se lee, qué leemos, por qué leemos… (sí, esto que están haciendo ahora ustedes).

Lean los siguientes fragmentos:

Fragmento 1:

El verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo «amar»…, el verbo «soñar»… Claro que siempre se puede intentar. Adelante: «¡Amame!» «¡Soñá!»«¡Leé!» «¡Leé! ¡Pero leé de una vez, te ordeno que leas, caramba!».—¡Andá y leé! ¿Resultado? Ninguno. Se ha dormido sobre el libro. La ventana, de repente, se le ha antojado inmensamente más deseable. Y es por ahí por donde ha huido para escapar al libro. Pero es un sueño vigilante: el libro sigue abierto delante de él. […] El libro es sagrado, ¿cómo es posible que a uno no le guste leer? No, nos dirá que las descripciones son demasiado largas. Tranquilizados, volveremos a la tele. […]
(Texto seleccionado y adaptado Daniel Pennac (1992) Como una novela

Fragmento 2:

Las ciudades y los signos. El hombre camina días enteros entre los árboles y las piedras. Raramente el ojo se detiene en una cosa, y es cuando la ha reconocido como el signo de otra: una huella en la arena indica el paso del tigre, un pantano anuncia una vena de agua, la flor del hibisco el fin del invierno. Todo el resto es mudo e intercambiable; árboles y piedras son solamente lo que son.Finalmente el viaje conduce a la ciudad de Tamara. Uno se adentra en ella por calles llenas de enseñas que sobresalen de las paredes. El ojo no ve cosas sino figuras de cosas que significan otras cosas: las tenazas indican la casa del sacamuelas, el jarro la taberna, las alabardas el cuerpo de guardia, la balanza el herborista. Estatuas y escudos representan leones delfines torres estrellas: signo de que algo —quién sabe qué— tiene por signo un león o delfín o torre o estrella. Otras señales advierten sobre aquello que en un lugar está prohibido: entrar en el callejón con las carretillas, orinar detrás del quiosco, pescar con caña desde el puente, y lo que es lícito: dar de beber a las cebras, jugar a las bochas, quemar los cadáveres de los parientes.Si un edificio no tiene ninguna enseña o figura, su forma misma y el lugar que ocupa en el orden de la ciudad basta para indicar su función: el palacio real, la prisión, la casa de moneda, la escuela pitagórica, el burdel. Hasta las mercancías que los comerciantes exhiben en los mostradores valen no por sí mismas sino como signo de otras cosas: la banda bordada para la frente quiere decir elegancia, el palanquín dorado poder… La mirada recorre las calles como páginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su discurso, y mientras crees que visitas Tamara, no haces sino registrar los nombres con los cuales se define a sí misma y a todas sus partes.Cómo es verdaderamente la ciudad bajo esta apretada envoltura de signos, qué contiene o esconde, el hombre sale de Tamara sin haberlo sabido. Afuera se extiende la tierra vacía hasta el horizonte, se abre el cielo donde corren las nubes. En la forma que el azar y el viento dan a las nubes el hombre ya está entregado a reconocer figuras: un velero, una mano, un elefante…
(Texto Seleccionado y adaptado de Italo Calvino (1972), Las ciudades invisibles)

Y un poco de escritura…

¿Ya leyeron los dos fragmentos? Ahora les invito a pensar y responder las siguientes consignas:

Sobre el Fragmento 1 

¿El modo verbal imperativo (para dar órdenes) sirve para la lectura?

¿De qué tipo de lectura creen ustedes que está hablando el autor?

¿Habrá otros tipos de lecturas que no sea obligada/ordenada? ¿Cuáles serían?

Sobre el Fragmento 2

¿Por qué el viajero está leyendo también? 

¿Puede evitarlo?

¿Creen ustedes que conocemos las cosas solo a través de las lectura?

Y ahora sobre los Fragmentos 1 y 2

¿Creen que en ambos fragmentos se habla de la misma cosa? ¿les llama eso la atención? 

¿Leer es tan diverso? 

¿Les parece que se lee un libro como se lee una ciudad?

 ¿En qué otras circunstancias se encuentran leyendo sin darse cuenta?

Sería muy bueno que pudieran reflexionar sobre estas preguntas, y escribir sus respuestas en la carpeta o en un procesador de textos. Y me gustaría que me las envíen a mi casilla de correo, para leerles. Por supuesto en el mismo mail pueden hacerme consultas si lo necesitan:

nelsonleone2012@gmail.com

Hasta la próxima. 

Abrazo, espero que se cuiden y estén bien.

Nelson